miércoles, 14 de noviembre de 2007

Sopa

Este cuento fue la última publicación a través de concurso por la editorial De los Cuatro Vientos.






Sopa



Quién cocinó anoche la sopa, mamá.

Quiero que sepas que la mesa no es cálida como antes, que las horas en soledad se hacen largas y la casa es oscura sin vos, mamá. No hay lunas de televisión, ni tardes con música, cuando temprano en la madrugada el sueño continúa sin aparecer. Si madre, me desvelo. Paso las noches pensando en qué es lo que hay. Si es que en verdad hay algo.

Quién cocina la sopa cuando no estás, mamá.

Ayer me llamo el director a su oficina. No te preocupes mamá, no es nada malo. Me halagó. Golpeé la puerta y, cuando dijo adelante, la abrí. El director aguardaba con una gran sonrisa de esas que no veo ya hace mucho. Pasá, me dijo, mantengámonos informales, hoy te lo mereces. Yo extrañado le dije que bueno. Ayer me lo merecía. Siempre fue correctísimo, no lo critiques, aunque no nos veamos tanto como antes conozco tu forma de ser, creo que quiso acercarse más a mí y eso no te da derecho en aplicar tu actitud conservadora. Es un buen sujeto, mamá. De todas formas, lo que hice, no fue una gran hazaña, me premió por haber obtenido la más alta calificación del torneo ese del que te hablé el mes pasado, ese sobre matemáticas para chicos de hasta catorce años. Le gustó, mamá. Me dijo que iba adelantado dos años y que poseía un gran potencial. Nada importante, quería que supieras. No me preguntó por qué no tenía amigos, ni por qué era tan callado, ni si estaba todo bien, acá, fuera de la escuela. Quería felicitarme, nada más -¡que maravillosa resulta la vida a veces!-, que no me sintiera solo. Acompañarme un rato mamá, viene bien la compañía.

Es raro llegar del colegió y no verte, acostarme y no verte, extrañarte y no verte. No pretendo reprocharte que trabajes, ni pretendo disculparme porque tengas una vida atareada. Yo también tengo mis cosas, mamá. Papá ya no me canta por las noches, no está más para almorzar, no prepara más la sopa.

Se que malgasto tiempo en intentar recordar, pero en estas circunstancias es lo de menos. Hay veces que me quedo contemplando el reloj por horas. No es muy lucrativo que digamos, eso lo sé, supongo que hace el día menos tedioso. Además si en verdad te concentrás en el seco tic-tac de la aguja más pequeña evitás oír los ruidos que someten a la casa cuando el sol desaparece. Es tenebroso, por lo menos con doce años de edad, habitar en un lugar tan grande. Mirar el reloj es una de las pocas cosas que en verdad me distraen. Me gustaría ser un chico normal y mirar, simplemente, la televisión. Pero ella trae a mi mente imágenes que no quiero recordar. Lo veo a papá en el sillón, enfrente a ella. A mi me gustan los buenos recuerdos, mamá, aquellos felices que voy olvidando.

Quién prepará la sopa mañana, mamá.

Tengo que admitir, o mejor dicho confesar, que te estoy escribiendo para contarte que no estoy más solo. Hace ya demasiado que me resigne. La soledad me había vencido. Mella brava aquella, mamá. Ahora tengo compañía. Me pregunto si fueron ellos la causa de que no estés, o fuiste vos la causa de que estén. Quizá fue por papá o quizá fue papá. Lo hecho de menos. No son malos, no. Están aquí conmigo. Esta especie de duendes azules son una mezcla de pitufos y gnomos pero con clase. No son como los dibujos, no mamá. Son complejos y resultan agradables cuando por fin pierdes el miedo a sus ojos y al hecho que se mueven entre sombras. Los ví por primera vez uno de estos días en los que no me podía dormir (no es fácil tratar de conciliar el sueño estando solo, mamá). Había uno de ellos bajo el escritorio detrás de la silla. Tinieblas absolutas, ni la luna asomaba ese día. Sentía que estaba perdiendo la cordura. Creía ver duendes, mamá. No es fácil saber que estas viendo cosas. Sus cuerpos, prácticamente invisibles en la oscuridad, son del azul más puro que jamás haya visto. De tal en tal se asoman, escapan del negro ocultista de los muebles, alzan sus manos y me piden jugar. Poseen ojos de color verde opaco. Deberías verlos cuando son ellos lo único que dejan ver. Hablan, sí. Aparecen de a poco, mamá. De repente te dormís (porque son de buena compañía) y a la noche siguiente ves otro igual. La misma expresión, la misma cara escamosa, los mismos dedos sin uñas. Ya son seis, mamá, son seis. Nacen del escritorio, del rincón más oscuro. Se pasean por toda la casa. Son libres hasta que llegás vos y se esconden, ¡Luego se esconden!

Me hacen preguntarme cosas, mamá. Hace cuanto que están aquí; quién tiró del gatillo aquella vez, ¿fuiste vos?, ¿fui yo?, ¿fueron ellos?; quién tirará de él ahora, ¿serás vos?, ¿seré yo?, ¿serán ellos?; quién preparó la sopa esta noche.




Gastón M. Motta

28/03/07

1 comentario:

Gem@ dijo...

Siento la tardanza en contestar a tu pregunta :(
He dejado un código de Google aquí.
Saludos.

"Mientras escribo"

Meez 3D avatar avatars games