martes, 26 de diciembre de 2006

TAL VEZ UN BIG-BANG

TAL VEZ UN BIG-BANG

La explosión alarmó a los vecinos. Un claro anuncio de que algo andaba mal. Ese “algo”, presagio vano, triste forma de un posible devenir, se esfumó antes de poder nacer. Una gran llamarada, semejante a una constante erupción volcánica, barrió las atónitas expresiones libres de preocupación. Cuando por fin, días mas tarde, todo se hubo disipado no quedaban ni las cenizas de lo que alguna vez fue.
Bajo el célebre cielo raso y, entre las paredes pintadas de un celeste senil, tronó un grito ensordecedor. El eco de una voz retumbante se ahogaba en si misma, impecable, en un cuarto de terrible acústica. Con la potencia de infinitos cañones, extinguiendo docenas de especies, se había disparado del culo de Omar una extraña bola de fuego. Omar no alcanzó a comprender, nadie lo había hecho. Esa bola de fuego le había desgarrado por completo la pared intestinal. De no haberse producido la mayor explosión en la historia del mundo, le habría provocado semejante hemorragia interna que hubiese muerto de todas formas. Y Tal vez se hubiera preguntado, en sus últimos y agonizantes minutos de vida, al sostener los intestinos entre sus suaves y delicadas manos, qué fue lo que había comido aquella tarde.

Gastón M. Motta

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